martes, 3 de febrero de 2015

Contaminación


La contaminación acústica

Cualquier actividad humana conlleva casi siempre un nivel de sonido más o menos elevado. Según el tipo, duración, lugar y momento en el que se produce, el sonido puede resultar molesto, incómodo e incluso alterar el bienestar de los seres vivos. En ese caso, se denomina ruido y se considera contaminación.
Según la Ley del Ruido (37/2003, de 17 de noviembre) la contaminación acústica se define como la presencia en el ambiente de ruidos o vibraciones, cualquiera que sea el emisor acústico que los origine, que impliquen molestia, riesgo o daño para las personas, para el desarrollo de sus actividades o para los bienes de cualquier naturaleza, o que causen efectos significativos sobre el medio ambiente.
La contaminación acústica –considerada por la población de las grandes ciudades como un factor medioambiental muy importante que afecta a su calidad de vida–, puede definirse como el incremento significativo de los niveles acústicos del medio. En realidad, esta contaminación ambiental urbana o ruido ambiental es una consecuencia directa no deseada de nuestras propias actividades en la gran ciudad, ya que toda emisión sonora es una fuente contaminante potencial que puede generar problemas puntuales si no se toman las precauciones mínimas.
La causa principal de la contaminación acústica es la actividad humana: el transporte, la construcción de edificios, las obras públicas y la industria, entre otras. En general, la contaminación acústica que se genera en un núcleo de población puede proceder de diversas fuentes





METODOS PARA LA CONTAMINACIÓN LUMÍNICA 


Qué proponemos?

Una mejor iluminación, más racional y menos derrochadora, que respete a los ciudadanos y al Medio Ambiente.

  • Utilizar lámparas de sodio a baja presión porque no utilizan metales pesados y consumen:
    • 5 veces menos que las lámparas incandescentes.
    • 2.2 veces menos que las lámparas de mercurio.
    • 1.5 veces menos que las de sodio a alta presión y fluorescentes.
  • Un reciclaje correcto de las bombillas, (mercurio, cadmio y otros metales pesados).
  • Apagar las luces exteriores cuando no sean realmente necesarias.
  • Apagar el alumbrado público de monumentos y edificios corporativos después de medianoche, (¿quién contempla los monumentos después de medianoche?).
  • Dirigir el haz de luz hacia la via pública, no a los ojos de los peatones o conductores.
  • Apantallar correctamente las lámparas.
  • No utilizar lámparas de bola sin pantalla totalmente opaca y reflectora. Desaprovechan más del 50% de la electricidad que consumen, (y al dispersar tanto la luz se hace necesario poner bombillas de más vatios para iluminar un poco el suelo)
  • No dirigir luces, focos ni láser hacia el cielo. El cielo no es un espacio publicitario, es patrimonio de todos.
  • Uso de pantallas asimétricas siempre que sea posible. Son un 25% más eficientes en términos de iluminación
Resumiendo, la única manera de controlar la contaminación lumínica es reducir la cantidad de luz que enviamos al cielo, reducir el consumo, utilizar bombillas monocromáticas de sodio a baja presión y no iluminar allí donde no haga falta. Hemos de respetar el ecosistema nocturno.




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